Comienzo a escribir este artículo
bajo la total oscuridad, más que por los constantes apagones productos de un
sistema eléctrico ineficiente, bajo la oscuridad de un país en plena decadencia
moral, política, económica y social. Los venezolanos estamos viviendo, y no me
cansaré de repetirlo, el momento más indigno de nuestra historia como nación,
en donde por la supervivencia de un modelo político, hemos sido sacrificado sin
ningún tipo de remordimiento por parte de un régimen que prefiere mantener una línea
discursiva que aceptar ayuda humanitaria para salvar miles de vidas.
Lo que atraviesa actualmente
nuestro país no es una cuestión de números, porcentajes, tasas, leyes, decretos
ni sentencias. Lo que actualmente vivimos todos los ciudadanos es hambre,
miseria, frustración, miedo y rabia, mucha rabia. Esta combinación, en nuestra
experiencia reciente, no ha sido positiva para la superación de crisis y
procesos de transición políticas, todo lo contrario, ha traído siempre consigo
una estela de muerte, estancamiento, mesías con fusiles y nuevas burguesías.
Se nos agota el tiempo a todos
los venezolanos, y no lo dice un magistrado, un diputado, un corrupto o un
presidente, quien le ha faltado pantalones para asumir este gran fracaso, de no
solo su gestión, sino de 17 años de gobierno militar tutelado “a la cubana” que
sigue asfixiando lo que queda de soberanía, autonomía y dignidad en nuestras
instituciones. Sin lugar a dudas, uno de los mayores daños que ha ocasionado
este proceso destructivo es el linchamiento de nuestros principios y valores
republicanos y democráticos, que hoy están ausentes o escasos en muchos de los
venezolanos.
No hace falta ser un experto sociólogo,
un político agudo o un alto gurú en astrología para darse cuenta que los
ciudadanos que siguen sin agua, sin electricidad, si medicamentos, sin comida y
sin paciencia, son los que gritan a diario que se está agotando el tiempo, y no
ven respuestas en un escenario de país que sigue alejándose de las vías para su
estabilización. Lo más peligroso de esto, es que aún las prioridades, los
mecanismos y los actores no se definen en su totalidad, y esto permea en la
población, lo que origina la confusión que ya muchos intentan capitalizar bajo
intereses ocultos y sombríos.
Ni con bolsas de comida, ni con
tanques de agua, ni mucho menos con demagogia y populismo barato se contiene lo
que actualmente se vislumbra en nuestro país. Las firmas contra el decreto de
Obama terminarían en el mismo lugar que las firmas para un referéndum
revocatorio, si esto no se encauza y el tiempo pasa. Los colores políticos
quedarán a un lado, siendo el hambre y la desesperación la bandera de un
peligroso futuro.
Se nos agota el tiempo, y se nos
está agotando a todos, ya que si ninguna dirección política, contenido,
articulación de base, debate y presión canalizada en las calles, la oposición
pasa a ser actor pasivo, o en el peor de los casos, pieza meramente decorativa
de lo que pueda suceder en un país que le sobran motivos para descarrilarse
hacía un futuro incierto. Ya que en estos momentos, no hay ningún actor,
partido o institución que pueda contener, canalizar y dirigir el peor de los
escenarios, y esto ocurre en ambos lados de la balanza.
Sin duda alguna, se nos está
acabando el tiempo.
Fernando Marcano
@FSMarcano
VENTE
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