lunes, 18 de abril de 2016

Se nos agota el tiempo.


Comienzo a escribir este artículo bajo la total oscuridad, más que por los constantes apagones productos de un sistema eléctrico ineficiente, bajo la oscuridad de un país en plena decadencia moral, política, económica y social. Los venezolanos estamos viviendo, y no me cansaré de repetirlo, el momento más indigno de nuestra historia como nación, en donde por la supervivencia de un modelo político, hemos sido sacrificado sin ningún tipo de remordimiento por parte de un régimen que prefiere mantener una línea discursiva que aceptar ayuda humanitaria para salvar miles de vidas.

Lo que atraviesa actualmente nuestro país no es una cuestión de números, porcentajes, tasas, leyes, decretos ni sentencias. Lo que actualmente vivimos todos los ciudadanos es hambre, miseria, frustración, miedo y rabia, mucha rabia. Esta combinación, en nuestra experiencia reciente, no ha sido positiva para la superación de crisis y procesos de transición políticas, todo lo contrario, ha traído siempre consigo una estela de muerte, estancamiento, mesías con fusiles y nuevas burguesías.

Se nos agota el tiempo a todos los venezolanos, y no lo dice un magistrado, un diputado, un corrupto o un presidente, quien le ha faltado pantalones para asumir este gran fracaso, de no solo su gestión, sino de 17 años de gobierno militar tutelado “a la cubana” que sigue asfixiando lo que queda de soberanía, autonomía y dignidad en nuestras instituciones. Sin lugar a dudas, uno de los mayores daños que ha ocasionado este proceso destructivo es el linchamiento de nuestros principios y valores republicanos y democráticos, que hoy están ausentes o escasos en muchos de los venezolanos.

No hace falta ser un experto sociólogo, un político agudo o un alto gurú en astrología para darse cuenta que los ciudadanos que siguen sin agua, sin electricidad, si medicamentos, sin comida y sin paciencia, son los que gritan a diario que se está agotando el tiempo, y no ven respuestas en un escenario de país que sigue alejándose de las vías para su estabilización. Lo más peligroso de esto, es que aún las prioridades, los mecanismos y los actores no se definen en su totalidad, y esto permea en la población, lo que origina la confusión que ya muchos intentan capitalizar bajo intereses ocultos y sombríos.

Ni con bolsas de comida, ni con tanques de agua, ni mucho menos con demagogia y populismo barato se contiene lo que actualmente se vislumbra en nuestro país. Las firmas contra el decreto de Obama terminarían en el mismo lugar que las firmas para un referéndum revocatorio, si esto no se encauza y el tiempo pasa. Los colores políticos quedarán a un lado, siendo el hambre y la desesperación la bandera de un peligroso futuro.

Se nos agota el tiempo, y se nos está agotando a todos, ya que si ninguna dirección política, contenido, articulación de base, debate y presión canalizada en las calles, la oposición pasa a ser actor pasivo, o en el peor de los casos, pieza meramente decorativa de lo que pueda suceder en un país que le sobran motivos para descarrilarse hacía un futuro incierto. Ya que en estos momentos, no hay ningún actor, partido o institución que pueda contener, canalizar y dirigir el peor de los escenarios, y esto ocurre en ambos lados de la balanza.

Sin duda alguna, se nos está acabando el tiempo.

Fernando Marcano
@FSMarcano
VENTE

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